A pulso y boli bic




lunes, 21 de octubre de 2013

Be yourself.

Hay que tomar decisiones, tarde o temprano hay que hacerlo, y debemos hacerlo nosotros mismos, los que estamos a este lado del espejo. No podemos dejar toda la vida al azar, al destino, sé que es difícil pero, ¿quién lo hará por nosotros si no lo intentamos? ¿En qué nos ayuda engañarnos a nosotros mismos?, podemos ponernos disfraces, disimular caminos, ilusiones, amores... pero al final resulta que ante el espejo, estamos solos. ¿Por qué es tan difícil tomar decisiones?, De hecho, con espejo o sin él a veces basta con abrir los ojos y ver lo que tienes delante. Lo que es realmente difícil es que esas decisiones sean acertadas.



Reflexión del día.

Día a día llegan a España, como a muchos otros países, muchas personas procedentes de todas las partes del mundo, ya sea en un vuelo de Iberia o en un cayuco pequeño, frágil y destartalado. Personas que, por una razón u otra, vienen para quedarse dejando atrás toda una vida y su hogar; personas que tendrán que aprender a integrarse y a convivir en una sociedad diferente a la suya.
El rechazo al inmigrante o al extranjero es un tópico que ha estado presente en nuestra sociedad y que, por mucho progreso del que se presuma, por mucha modernización y dejación de lo retrógrado de la que se hable, sigue estando ahí. No hace falta mirar muy lejos, ni buscar demasiado, porque, si nos paramos a pensar, para muchos ya existe, en primer lugar, un diferencia entre inmigrante y extranjero
El inmigrante aquí para algunos es el moro o el negro, el que viene medio muerto en patera sin papeles, ilegal, y que aún encima se pone a trabajar en la recogida de las naranjas, de la aceituna o en la vendimia quitándole empleo a los españoles ahora que las cosas están tan mal.
El extranjero es, en cambios, un europeo ricachón jubilado que se compra un chalet en primera línea de playa en la costa mediterránea; una novedad, tal vez venga de Londres o del mismísimo París, y al final en muchos casos lo único que hace es vivir su vida en una sociedad donde todo le sale más barato
¿Por qué hay tanta diferencia entre unos y otros si, al fin y al cabo, independientemente de los recursos de cada uno, todos son -somos- personas?
Para alguien que viene de fuera tiene que ser realmente complicado adaptarse: idioma distinto, leyes distintas, otras costumbres, otros horarios... Tiene que ser muy difícil dejar toda un vida para empezar otra vez desde cero. Ya lo decían todos aquellos exiliados que emigraron a América, y seguro que también todos los que se fueron a Centroeuropa a buscar trabajo; ya lo contaba Rosalía de Castro cuando en sus poemas hablaba de la morriña.
¿Alguna vez llega a sentirse un extranjero como en casa cuando está lejos de ella o siempre permanece fiel a sus raíces? ¿Nos preocupamos nosotros de acogerlos o fomentamos el rechazo a los que vienen de fuera?
Dicen que cada uno recibe lo que da y que no le hagamos al otro lo que no queremos que nos pase a nosotros. Quién sabe si algún día nos toca ser a nosotros los extranjeros y tengamos que enfrentarnos solos a una sociedad distinta, lejos de nuestro verdadero hogar.


domingo, 20 de octubre de 2013

Cuando el ayer concluye

El pasado no regresa”, se decía a menudo, firme. Sin embargo, a veces, de repente los recuerdos la inundaban y la desbordaba un torrente de emociones indómitas. En su mente podía volver atrás en el tiempo cada vez que quisiera, podía volar a cualquier parte de su cabeza y revivir instantes de su vida que echaba de menos. Claro que podía, ¿quién iba a impedírselo? Nadie era dueño de su memoria, nadie podía interrumpirla en sus ensoñaciones ni arrebatarle sus anhelos. Le gustaba pensar que, por muchas cadenas que le pusieran, jamás ninguna persona podría hacerle renunciar a aquella parte escondida de sí misma, a los sueños, a los recuerdos, a los capítulos de su historia que ya habían concluido. Ningún tipo de moda, de tendencia, de doctrina religiosa ni de ideología política podría hacerla renunciar a todo aquello.
Y sin embargo, convencida y segura como un caballero dentro de su armadura, no se daba cuenta de que era ella misma su peor condena. Nadie es capaz de controlar sus sentimientos a su antojo, no podemos encerrarlos en un baúl y pretender manejarlos como títeres, porque un día, sin más, ese baúl estalla y salen todos de golpe. No siempre guardamos recuerdos felices, de hecho, ese tipo de recuerdos más dolorosos procuramos esconderlos, olvidarlos; pero el baúl explota, y salen, y nos envuelven. Todos hemos pasado por momentos complicados, y las imágenes de dichos momentos se proyectan en nuestras mente, traicioneras.
No siempre la sensación de volver al pasado es buena. Ella no podía aferrarse al pasado y olvidarse de vivir el presente. La vida tiene su ciclo y todo tiene un final. El otoño llega con el fin del verano como la calma llega después de la tormenta. Ambos factores se complementan, y es que las hojas no podrían caerse y cubrir el suelo con un manto de tonos ocres y terracotas si previamente dichas hojas no hubiesen germinado y alcanzado su verdor. Ella era quien era gracias a lo que un día fue, pero, a pesar de todo, no podía quedarse atada en un ayer que ya había caducado.

Los instantes más bonitos se esfuman con un soplo de viento sin que nosotros podamos evitarlo, las canciones más hermosas siempre tienen un final, los aviones desaparecen por los confines del cielo dejando a su paso una estela. El tiempo corre deprisa y no se detiene a esperar por nadie. No podemos quedarnos rezagados en el pasado y olvidarnos de vivir.


jueves, 10 de octubre de 2013

Le voy a cobrar a tus labios tus miradas


Le voy a cobrar a tus labios tus miradas por descarada y pa' sentir, y poder vestir con tu sonreír mis raídos rincones, donde duermen las flores que huyen del jardín de mi umbrío corazón, y entre tu sol y limpie mi cielo de nubarrones.

Y que mi sangre entone alegres canciones pa' entrar en escena. Y se larguen mis penas por los callejones que dan al olvido. Y acuda desnuda en mis noches oscuras tu luna llena y alumbre las aceras donde hago hogueras pa' trillar el ruido que hacen las cadenas que arrastran la arena de mis bolsillos. Y, pa' mi triste playa, quiero tus olas. Y, pa' mi fuente seca, tu manantial. Me noto sediento y va siendo hora de ponerse al lío y beber del río que hay en tu mirar, y espantar el frío que venía conmigo, lo voy a quemar. Y, brindar por tus ojos a los cuales me arrojo. Ya puedes mirar 
que vengo vestío' pa' que empiecen a desnudar tus manos, tus manos... Le voy a cobrar a tus labios tus miradas por descarada y por placer, pues quiero tejer mi amanecer con tu mañana, 
y me invada las ganas de arder en tu piel y probar tu calor. Y con tu olor, bordar el aura que nos acompaña, y notar, que sanan las grietas que abre el puto dolor cuando rompen las ramas de mi árbol, cuando rompen las ramas de mi árbol, y se resfría en invierno y no da sombra en verano, y se resfría en invierno y no da sombra en verano, y no da sombra...





domingo, 6 de octubre de 2013

¡!

Hemos llegado a un punto de inflexión encabezado por el miedo. El miedo a querer y ser querido porque ambas cosas son cosas demasiado complicadas. Tenía miedo de ser querida porque temía verse involucrada en una de esas relaciones en las cuales uno de los partícipes lo da todo, pero el otro es incapaz de dar nada o al menos de dar en la misma medida. Y tenía miedo a querer por esa misma razón, por no estar a la altura de su compañero, por no ser capaz de amar como una vez amó. Pero también tenía miedo de querer de más, de entregarse plenamente y superar lo que ella un día creyó que era amar más que a nada en el mundo. 




sábado, 5 de octubre de 2013

Soplos de viento.

Con la llegada del otoño empezaron  caer las hojas y el suelo se cubrió de un manto de tonos ocres y amarillos. Todavía no hacía frío, pero una brisa suave jugaba con su pelo. Olía a lluvia y a hierba mojada. El río había subido y cada vez se veían menos patos, aunque de vez en cuando las truchas saltaban como auténticas circenses en medio de un espectáculo. Entre chaparrón y chaparrón algún rayo de sol se abría paso entre las nubes y se reflejaba en los charcos de la acera. La gente caminaba con prisa mientras ella se preguntaba hacia dónde iba, con paso lento y sin un rumbo determinado. Los acordes de una lista de reproducción aleatoria silenciaban a cualquier otro ruido. Con el otoño se fue el verano y con él muchas otras cosas. Tal vez se las había llevado el viento. Se acercó a la orilla del río y se sentó en una piedra. Tenía los botines un poco sucios, pero no le dio importancia. Se cerró la chaqueta y suspiró. Olía a tabaco, a pesar de que ella no fumaba. A veces necesitamos ir a algún sitio para encontrarnos, y es que muchas veces no tenemos ni idea de quiénes somos, ni de quién queremos ser. En ocasiones nos perdemos sin darnos cuenta, sin pretenderlo, sin buscarlo. Olvidamos un pasado que tenemos que tener presente y pensamos en un futuro que todavía no ha llegado. Somos gracias a lo que fuimos y seremos gracias a lo que somos, por eso... ¿quienes somos? Los recuerdos empezaron a llegar como si de un gran torbellino se tratase. Imágenes de momentos que hacía mucho que habían ocurrido, rostros de personas que habían salido de su vida y otras nuevas que habían aparecido. Un ir y venir de experiencias se arremolinaban en torno a ella, y una explosión de emociones la invadía. Recordó sus errores y aciertos y se lamentó de no haber hecho lo correcto en algunas ocasiones al mismo tiempo que se sonrió a sí misma por haber escogido bien en otras. Recordó momentos difíciles, enfados, discusiones y las lágrimas que vienen incluidas con esas cosas. Recordó miradas de ternura, besos y caricias. Es trascendental que nos encontremos para no creer que somos algo equivocado, no creer que somos alguien que otros quieren que seamos. Y de pronto, ella se dio cuenta de que seguía estando ahí, que nunca había desaparecido. Seguía siendo la misma niña de hace unos años, tal vez más alta y más crecida, pero igual de risueña, de alegre, de cabezota, de sensible y de maniática. Seguía creyendo en la ilusión, en eso de que los sueños se cumplen y de que podía conseguir todo aquello que se propusiera. Mucha gente la había abandonado con el paso del tiempo, puede que incluso ella tuviera culpa de perder a algunas personas. Pero no se arrepentía. No echaba de menos a nadie que ella misma había echado de su vida, ni tampoco aquello que ella había rechazado. Le gustaría recuperar muchas cosas y revivir momentos del pasado, a pesar de todo. Pero lo pasado pasado quedaba y, como en los libros, las páginas seguían pasando. Sonrió por aquello que había llegado nuevo, sintiéndose afortunada, sin descartar que eso también podría esfumarse alguna vez. No sabía qué iba a ser de ella en unos años, ni qué quería, ni cómo, ni cuando, ni si se marcharía gente y vendría otra nueva. No sabía qué quería estudiar, ni dónde le gustaría vivir, ni si iba a encontrar el amor de su vida. No sabía nada. No obstante, tampoco sabía qué había esa noche de cena, ni qué iba a hacer mañana. Así que le dio todo igual. Lanzó una piedrecilla al agua y ésta rebotó un par de veces hasta perderse para siempre en el fondo del río. Miró al cielo. Y es que con la llegada del otoño no solo vienen lluvias, sino que también hay atardeceres preciosos.