“El pasado no regresa”, se decía a menudo, firme. Sin embargo, a
veces, de repente los recuerdos la inundaban y la desbordaba un torrente de
emociones indómitas. En su mente podía volver atrás en el tiempo cada vez que
quisiera, podía volar a cualquier parte de su cabeza y revivir instantes de su
vida que echaba de menos. Claro que podía, ¿quién iba a impedírselo? Nadie era
dueño de su memoria, nadie podía interrumpirla en sus ensoñaciones ni
arrebatarle sus anhelos. Le gustaba pensar que, por muchas cadenas que le
pusieran, jamás ninguna persona podría hacerle renunciar a aquella parte
escondida de sí misma, a los sueños, a los recuerdos, a los capítulos de su
historia que ya habían concluido. Ningún tipo de moda, de tendencia, de
doctrina religiosa ni de ideología política podría hacerla renunciar a todo
aquello.
Y sin embargo, convencida y
segura como un caballero dentro de su armadura, no se daba cuenta de que era
ella misma su peor condena. Nadie es capaz de controlar sus sentimientos a su
antojo, no podemos encerrarlos en un baúl y pretender manejarlos como títeres,
porque un día, sin más, ese baúl estalla y salen todos de golpe. No siempre guardamos
recuerdos felices, de hecho, ese tipo de recuerdos más dolorosos procuramos
esconderlos, olvidarlos; pero el baúl explota, y salen, y nos envuelven. Todos
hemos pasado por momentos complicados, y las imágenes de dichos momentos se
proyectan en nuestras mente, traicioneras.
No siempre la sensación de volver
al pasado es buena. Ella no podía aferrarse al pasado y olvidarse de vivir el presente.
La vida tiene su ciclo y todo tiene un final. El otoño llega con el fin del
verano como la calma llega después de la tormenta. Ambos factores se complementan,
y es que las hojas no podrían caerse y cubrir el suelo con un manto de tonos
ocres y terracotas si previamente dichas hojas no hubiesen germinado y
alcanzado su verdor. Ella era quien era gracias a lo que un día fue, pero, a
pesar de todo, no podía quedarse atada en un ayer que ya había caducado.
Los instantes más bonitos se
esfuman con un soplo de viento sin que nosotros podamos evitarlo, las canciones
más hermosas siempre tienen un final, los aviones desaparecen por los confines
del cielo dejando a su paso una estela. El tiempo corre deprisa y no se detiene
a esperar por nadie. No podemos quedarnos rezagados en el pasado y olvidarnos
de vivir.
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