Las mañanas por el parque están llenas de luz acompañadas por el murmullo de los críos que juegan y los ladridos de los perros que salen a pasear. La calle está llena de gente, porque los sábados no dejan de ser día laboral; gente ajena al mundo que los rodea, mentes que guardan la vida de cientos y cientos de personas diferentes. Y yo en el medio del montón de gente. No sabría explicar la sensación de avanzar por la calle con los cascos mientras me adelantan personas aleatorias, ignorándome o mirándome con curiosidad. Es relajante el poder dejar la mente en blanco y sin pensar mientras el mundo avanza y yo por unos instantes me detengo, aislada en mi pequeña burbuja de cristal. No me siento mal. No es difícil hacer que me sienta bien; tampoco lo es que me hagan sentir bien.
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