La habitación estaba oscura y en silencio. Y sin embargo el silencio se sumía en el caos. Soledad lloraba en una esquina apartada y vacía, no había nadie alrededor. Estaba sola. Sus llantos se ahogaban, atragantados por las lágrimas y silenciados por los gritos desesperados de Dolor. Dolor sufría siempre, sin descanso, su piel estaba llena de hematomas y heridas que nunca llegarían a cicatrizar. Nostalgia se encontraba, como siempre, sentada en el alféizar de la ventana contemplando el horizonte, con la mirada perdida en el infinito. Hacía mucho que había perdido la ilusión de sonreir como antaño y, desde entonces, vivía impasible, ajena al mundo en inmersa en sus recuerdos inexorables.
Hacía tiempo que todo había cambiado por allí. Un día, de repente, Alegría se fue, alegando que ya casi nada conseguía hacerla sonreir. Estaba harta de Odio y de Inquina, y, dejando únicamente una nota de despedida, desapareció. No tardó en seguir su mismo camino Camaredería, tras un enfrentamiento con Egoísmo en el que sintió que ya nunca podría tener un compañero en quien confiar. Poco a poco todos se fueron marchando: Esperanza, Ilusión, Cariño, Valor... Uno a uno todos fueron sintiendo que en la habitación no tenían cabida. Cogían el hatillo y huían, quien sabe adónde. Probablemente buscasen algún sitio donde su vida cobrase sentido de nuevo. Generosidad siempre decía que había mucha gente buena dispuesta a compartir con los demás, gente altruista. Amor estaba convencido de que, aunque el mundo se derrumbase, siempre habría alguien buscando cariño. Por ello, poco a poco, allí apenas quedaba nadie. Y los que quedaban, vivían aislados en su propio desamparo, ajenos a los demás.
Sin embargo, una pequeña olvidada se había resignado a abandonar su hogar, y permanecía hecha un ovillo contra la pared, con los ojos cerrados, abrazada a sus rodillas. Felicidad nunca había contemplado la posibilidad de marcharse. Ella quería que todo volviese a ser como siempre había sido. ¿Por qué de repente se formó el caos y llegó el desequilibrio? Testaruda como era, no podía dejar que aquello acabase por conquistarlo todo. Ella quería que todos fueran felices, como siempre habían sido. Quería que todo se tiñera de nuevo de color, que ya no se sintiese un frío gélido de esos que se calan en los huesos. Quería acabar con los llantos, con los gritos, con el desprecio; erradicar el horror, la desolación y los celos.
No obstante, hasta el momento, poco había conseguido y se encerraba en si misma buscando la forma de cambiar aquella situación, frustrada y atormentada, como quien nunca nadie hubiese pensado que ella podría llegar a sentirse.
Una vez, en una conferencia, el ponente contó un chiste. Todo el mundo se echó a reir. Un chiste buenísimo. Después de que todos se desternillasen, aplaudieron y se quedaron en silencio. El ponente volvió a contar el chiste una y otra vez, decenas de veces. Nadie reía, todo el mundo acabó enfadado. Finalmente, el hombre se calló y dijo "Si no sois capaces de reíros más de una vez con un chiste, ¿por qué lloráis una y otra vez por el mismo problema?" Y se fue.
Defino
mi mente como un bosque. Sí, un bosque. Es amplia, en algunas partes es
como si hubiese un camino definido y los árboles estuvieran
perfectamente alineados abriendo paso a la senda, y en ellos se
guardasen cada uno de mis pensamientos y mis recuerdos. En otras zonas
no, sino que es todo lo contrario, todo se enmaraña y no hay claro que
deje entrever una salida. En esta última es donde se juntan todos los
miedos, las dudas, los nervios y los malos ratos; mientras que en la
primera se agrupa todo aquello bueno que nos gusta recordar. Por
supuesto todo lo bueno tapa a lo malo, sería un poco tonto llevarlo al
fondo para no poder sacarlo cuando nos haga falta una sonrisa. Sin
embargo tu mente es totalmente diferente a la mía a mi modo de ver. Tu
mente es un castillo. Sí, un castillo inmenso, de hielo o de cristal. Si
tu quieres puedes hacerla totalmente tuya sin que nadie sea capaz de
advertir lo que estás pensando en un momento dado, como si hubiera una
barrera infranqueable que la separase de todo lo demás; algo que para mí
sería imposible dado que basta con mirarme para
que alguna emoción aflore de mis ojos. Los corredores de tu castillo
son largos y están llenos de puertas, secciones de tu vida,
perfectamente clasificadas, alineando tus vivencias, tu modo de pensar y
tus recuerdos; todo en un orden impoluto. Yo nunca he entrado ahí
dentro, o eso creo. De cualquier modo a veces no es tan complicado saber
lo que estás pensando o como te sientes. Tal vez yo no sea una
profesional en la materia y no siempre acierte ni sepa en todo momento
qué pasa por tu cabeza, pero no, no siempre ese hielo está totalmente
pulido. Es inevitable que a veces se derrita un tanto, y para mí eso no
es malo en absoluto. Estoy segura de que muchas de esas puertas están
cerradas con llave, como muchos de mis árboles están fuera del alcance
de cualquiera y no hay camino que lleve hasta ellos. Pero, ¿sabes? Hay
algo de lo que estoy segura. Alguna de esas puertas de tu castillo lleva
mi nombre, como en mi bosque también hay un sitio para ti. Puede que
tras ellas se escondan cosas que conozco o que desconozco, recuerdos,
momentos, no sé muy bien lo qué, pero sí, estoy segura de que yo ando
por alguna parte de tu mente, por muy compleja que pueda llegar a ser. Y
yo, mientras tenga claro eso, tengo claro que me perderé por tus
pupilas; tal vez intentando salvar esa barrera que te envuelve, tal vez intentando llenar esos corredores con un poquito de mi ser.