A pulso y boli bic




martes, 9 de agosto de 2011

Filosofía juvenil.

¿Nunca te has sentido como si de pronto un día fueras capaz de abrir el cerrojo de una puerta que llevaba mucho tiempo cerrada?
Si me preguntas, no estoy segura de que a una persona de catorce años la pueda enamorar un chico, sin embargo tengo muy claro que no es imposible. Ya sabes, de propia experiencia.
Gracias a eso yo me encerré en mi particular habitación oscura vacía de cuatro paredes frías y me comí las llaves. Oh, no pienses que es algo malo, por lo menos para mí no lo es en absoluto y creo que todos deberíamos pasar por ello alguna vez para valorarnos más a la hora de encontrar esa "copia de las llaves". Te aseguro que en todo ese tiempo fui feliz, lo fui mucho. Pero la particularidad del asunto era que era feliz partiendo de la felicidad de otro. Si él estaba bien, yo también lo estaba; si le pasaba algo, me preocupaba; si no tenía noticias suyas; me desesperaba. Y todo este cúmulo de detalles me hizo pasar días enteros llorando y otros sonriendo, pero sí, lo pasé mal, hubo veces que lo pasé mal. A pesar de todo, sin esa agonía yo no tenía ningún otro camino hacia eso que llamamos felicidad. Digamos que él era la única cosa necesaria para que yo fuera feliz, aunque parezca difícil de entender.
Y un día, así porque sí, mi corazón o mi razón, decidió salir de esa habitación en la que llevaba prácticamente un año encerrada. No sé cómo pasó ni exactamente cuándo, supongo que apareció el indicado para hacerme ver que fuera había más mundo y unas oportunidades posibles que no podía dejar escapar ante una historia, no imposible, pero improbable. Él me sacó de ese cuarto y me enseñó todas las cosas que me había perdido, y sobretodo me enseñó como enseñarle mi sonrisa al mundo sin volver a entrar en mi jaula particular.
Ahora, poquito a poco voy aprendiendo a vivir sin atravesar otra vez la línea que marca la entrada a la habitación agonizante. Me quedo con el recuerdo de la estancia, con la parte buena y con la parte mala, y sonrío cuando cuento a alguien la experiencia, diciéndole lo bonita que fue y aconsejándole que de todas formas, no me haga caso, que viva sin depender de vidas ajenas, lo que viene siendo el camino feliz.
Si soy sincera, me asusta la idea de volver a enfrascarme demasiado en las mariposillas de mi estómago y volver a pasar por lo mismo. Lo sé, he dicho que no me parece algo malo, pero yo ya he pasado por ello, ya tengo la vivencia y estoy totalmente segura de que no habrá nadie como el que me llevó a hacer semejantes locuras. Así que ahora puedo decir que soy feliz, feliz por mi cuenta, por mí misma. Y, sobretodo, que tengo mucha vida por vivir.

lunes, 8 de agosto de 2011

Funambulismo.

[Piiiiiii...piiiiiiii....piiiiii]
+¿Diga?
-Hola pequeña.
+¡Que alegría, no esperaba que llamaras! ¿Qué tal?
-Muy bien, ¿tú?
+Bien también.
-Te echo de menos, necesito verte.
+¿Lo dices enserio?
-Claro, tonta, ¿acaso lo dudas?
+¿Yo? (¿Que si dudo? No, no quiero hacerlo, te juro que no quiero. Pero es imposible, ¿cómo no voy a dudar si estás tan lejos? Tengo miedo. Miedo no a que encuentres a otra a quien llamar, sino a que estés ahí, al otro lado de la línea, riéndote, divirtiéndote. Miedo a ser tu peón en el tablero, tu marioneta nueva. Me asusta pensar que quiero verte y no aparezcas, me acojona llevarme el chasco, me acojona un plantón. Y créeme, intento que toda esta mierda, pam!, se me vaya de la cabeza, pero que no, que está ahí. Que siempre has sido genial conmigo, que me encanta tu sonrisa, y adoro tus abrazos y que me digas tonterías y yo me ría, o también perseguirte por ahí para ganarte en cualquier juego estúpido. Y sin embargo ahora es todo distinto, y me pongo nerviosa si me paro a pensar. Y no puedo confiar en la distancia. Jodida distancia, siempre intentando borrar las sonrisas. No puedo permitirme el lujo de volver a tropezar en la misma caída. Ya me ha costado suficiente levantarme una vez. Lo sabes. Entiende que dude, joder) ¡No, claro que no! ¡Yo también tengo muchas ganas de verte!

viernes, 5 de agosto de 2011

Peones de la sociedad.

¿Sabes lo que te pasa? Que te acojona salir al mundo y encontrarte sola de repente. Que no eres capaz de salir de tu círculo de cuatro paredes porque es el único lugar donde te sientes segura, donde tienes un hueco asegurado. Tienes miedo a encontrar a alguien que pueda ser mejor que tú en algún aspecto aleatorio; miedo a que llegue y te pisoteé. Miedo a perder en un dilema que no es batalla ni competición. A todo el mundo le ha pasado. Sin embargo, ya va siendo hora de que abras los ojos y te des cuenta de que hay unos seis mil millones de personas más a tu lado. Que los hay que te van a apoyar cuando vayas cuesta arriba y habrá aquellos que intenten tirarte por el barranco. Los hay más guapos y más guapas que tú, y también más feos. Más listos y más tontos, unos serán más graciosos y más populares. Pero seguro que tú cantas mejor que muchos y dibujas mejor que otros, o haces alguna cosa que se te da mejor que a alguno. Y seguro que siempre vas a tener a un lado a esa persona que nunca te va a soltar la mano, esa que más te ayuda, que te vigila, que te cuida, a quien puedes contarle todo. Porque todos la tenemos. No hace falta ser el mejor, ni pretender estar en el centro. Aquí las normas no son así, y tarde o temprano te echarán a una esquina. Simplemente basta con ser tú. Natural, simple. Y te criticarán y no caerás bien a los seis mil millones, pero serás uno más.

martes, 2 de agosto de 2011

Eat de world.

Pequeña, con alguna que otra punta abierta. Si me enfocas con la cámara te saco la lengua. Me río por nada, adoro chuparme los dedos cuando me queda chocolate de un Cornetto. ¿Converse blancas? No, gracias, de colores. Como mi mundo. Si llego tarde, qué remedio correr por las escaleras. Rock clásico y rock duro. Algo de metal y un poco de rap. Pop para ocasiones especiales; y por la noche, fiesta. Bailo en ocasiones contadas y canto en la ducha; mi color favorito, el primero que salga del armario. Un sabor, a limón, cómo no. Tímida no, me encanta hacer el ridículo, la vergüenza está para perderla. Aunque si pienso en ti, me sonrojo. Y me río a lo tonto como una histérica. Reniego y reniego, pero me gusta que me digas que me quieres y demás cosas bonitas. Espero una llamada, al menos una perdida, o un sms por sorpresa. Me hago la pasota, y espero a que te decidas, sin embargo si te conectas y no hablas, me muerdo las uñas. Desespero si no sé de ti. Pienso y mis principios me dicen que todas estas cosas, es mejor callarlas. Es un secreto, y yo no cuento los secretos. Pero a decir verdad, me encantas.