A pulso y boli bic




domingo, 20 de octubre de 2013

Cuando el ayer concluye

El pasado no regresa”, se decía a menudo, firme. Sin embargo, a veces, de repente los recuerdos la inundaban y la desbordaba un torrente de emociones indómitas. En su mente podía volver atrás en el tiempo cada vez que quisiera, podía volar a cualquier parte de su cabeza y revivir instantes de su vida que echaba de menos. Claro que podía, ¿quién iba a impedírselo? Nadie era dueño de su memoria, nadie podía interrumpirla en sus ensoñaciones ni arrebatarle sus anhelos. Le gustaba pensar que, por muchas cadenas que le pusieran, jamás ninguna persona podría hacerle renunciar a aquella parte escondida de sí misma, a los sueños, a los recuerdos, a los capítulos de su historia que ya habían concluido. Ningún tipo de moda, de tendencia, de doctrina religiosa ni de ideología política podría hacerla renunciar a todo aquello.
Y sin embargo, convencida y segura como un caballero dentro de su armadura, no se daba cuenta de que era ella misma su peor condena. Nadie es capaz de controlar sus sentimientos a su antojo, no podemos encerrarlos en un baúl y pretender manejarlos como títeres, porque un día, sin más, ese baúl estalla y salen todos de golpe. No siempre guardamos recuerdos felices, de hecho, ese tipo de recuerdos más dolorosos procuramos esconderlos, olvidarlos; pero el baúl explota, y salen, y nos envuelven. Todos hemos pasado por momentos complicados, y las imágenes de dichos momentos se proyectan en nuestras mente, traicioneras.
No siempre la sensación de volver al pasado es buena. Ella no podía aferrarse al pasado y olvidarse de vivir el presente. La vida tiene su ciclo y todo tiene un final. El otoño llega con el fin del verano como la calma llega después de la tormenta. Ambos factores se complementan, y es que las hojas no podrían caerse y cubrir el suelo con un manto de tonos ocres y terracotas si previamente dichas hojas no hubiesen germinado y alcanzado su verdor. Ella era quien era gracias a lo que un día fue, pero, a pesar de todo, no podía quedarse atada en un ayer que ya había caducado.

Los instantes más bonitos se esfuman con un soplo de viento sin que nosotros podamos evitarlo, las canciones más hermosas siempre tienen un final, los aviones desaparecen por los confines del cielo dejando a su paso una estela. El tiempo corre deprisa y no se detiene a esperar por nadie. No podemos quedarnos rezagados en el pasado y olvidarnos de vivir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario