A pulso y boli bic




miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡!

Al ritmo de una música suave giraba sobre sí misma mediante formas sutiles, trazando figuras que se proyectaban en la pared del desván. Una bombilla desnuda colgaba tenue del techo y la canción sonaba en un viejo tocadiscos lleno de polvo. Qué delicada parecía, qué liviana, flotaba como una pluma, sigilosa, ágil, sutil. Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, sentía cada nota y la hacía suya, dejándose llevar, acelerando y decelerando, mecida por aquella melodía que inundaba la habitación. Él la observaba desde un rincón donde la luz parecía no querer llegar. Sabía que ella no podía verlo, etéreo e incorpóreo como era, atrapado en una dimensión paralela separada de la realidad por un abismo demasiado grande. Pero él la miraba, y esbozaba una media sonrisa ensimismado ante aquella danza, absorto en cada uno de sus movimientos. Casi de manera inconsciente se incorporó y se acercó a ella. La seguía, despacio, parecía de porcelana. Y cuando el piano dio las últimas notas ella se dejó caer, terminando así su baile, suspirando exhausta, pero también satisfecha. A pesar de que sabía que no se iba a dar cuenta, le rozó la mejilla rosada con el dedo índice. El contraste entre sus mejillas y su piel pálida le daba todavía un aire más inocente, más puro, más suave. Porcelana y nieve, eso era lo que era. Él siempre supo que había nacido para aquello. Y comprobó, sonriendo para sus adentros, que su patito feo se había convertido en cisne.


No hay comentarios:

Publicar un comentario