A pulso y boli bic




miércoles, 16 de noviembre de 2011

No le busques nunca sentido lógico a las cosas.

Empecemos cerca, un poquito más lejos de la frontera. Burdeos, rodeada de viñedos, a la orilla del mar. Después, comenzaremos a alejarnos, siempre mochila en mano, con una cámara de fotos y poco más. Miramos al cruzar, por si nos atropellan, y corremos hacia Berna. Suiza, los alpes, la nieve, el frío, la altura, no suena mal. Venga, sin pararnos llévame a Italia, quiero ir a Roma, ciudad por excelencia romántica y pedir un deseo en la Fontana di Trevi; quiero bajar hasta el sur, hacia Nápoles, y luego visitar la Toscana con sus inmensos prados. Más tarde Austria y parar en Viena, pasar por Hungría, luego Rumanía. Si, para ahí, en el castillo de drácula, sin embargo para poco, porque quiero llegar hasta Atenas y ver el partenón, e intentar ver Creta desde el puerto. Para no cansarnos, cogeremos el primer vuelo al norte. Vámonos a Noruega, por favor, a sentir el vacío desde lo alto de los fiordos, y a Finlandia, quiero conocer la casa de Papá Noel. Deberíamos pensar en volver antes de que nos echen de menos, pero pensándolo bien... no, quiero más. Próximo destino, Berlín. Oh, no puede faltar en nuestro viaje, es una de mis preferencias. Acto seguido corre hacia Amstedarm y paseemos por los canales de la ciudad en barca. Después de un par de días, echaremos a nadar y llegaremos a Londres, e iremos al Big Ben a medianoche para ver el Támesis iluminado, y cenaremos algo en algún autoservicio barato. Por último, Dublín, iremos de fiesta a Temple Bar y acabaremos borrachos a base de Guiness. Y después, al terminar, estaré tan cansada que me llevarás a casa en brazos, nos despediremos en el portal y, antes de irte, me prometerás que nada de esto ha sido un sueño.

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