A pulso y boli bic




viernes, 4 de noviembre de 2011

Soñar siempre ha sido gratis, y algo muy bonito.

Ese momento justo antes de ser consumida por el sueño, con la luz apagada, con el calorcito de las sábanas contrastando con el frío de la pared. Yo suelo abrazarme a la almohada y ponerme los cascos muy bajito, preferiblemente escucho baladas. Y entonces ocurre, como algo automático, mi mente se libera y los pensamientos vuelan como golondrinas emigrando al sur. Aparecen imágenes en mi cabeza, algunas en forma de recuerdo, otras en modo subjuntivo expresando deseo, y se mezclan entre ellas formando y modelando historias a su antojo a ritmo de unos acordes que poco a poco se apagan. Suelen ser historias bonitas, de esas que volverías a escuchar. Pero cuando me acerco al final, al momento al que quiero llegar, en una centésima de segundo mi conciencia se cierra, devastada por el cansancio, y cualquier posibilidad de soñar con el final de mi cuento, cae en el olvido.

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