A pulso y boli bic




sábado, 10 de marzo de 2012

Soplos de placer.

Poco a poco van quedando atrás todos aquellos que murmuran o permanecen en silencio y el suave frufrú del aire se va apoderando de mí dejándome incapaz de escuchar otra cosa. Todo aquello que entra dentro de mi campo de visión queda reducido al mínimo, aunque a la vez todos mis sentidos se abren y percibo cómo multitud de sensaciones se cuelan dentro de mí. Por una vez lejos de todo. Lejos de un mundo que quizá vaya demasiado deprisa para mí; lejos de personas que tal vez necesitan de mí y yo no sea la indicada para corresponderlas; lejos de cualquier tipo de discusión, de ralladas, de rutina o de monotonía. Por una vez solo estoy yo y solo importo yo. En ese momento poca cosa podría hacerme despertar de ese estado de ensoñación. No podría describir todas las emociones que se me pasan por la cabeza; es algo único, es... un pájaro que vuela. Sí, creo que eso es una vaga idea de cómo puedo llegar a sentirme. Y en ese instante, acelero. Uno tiene limitaciones siempre y cuando él mismo se las imponga; y yo en ese momento no podría ponerme un límite. No, por supuesto que no podría. La velocidad, cada vez más fuerte; murmullos lejanos, la sociedad por una vez se detiene y yo sigo adelante. Sí, solo yo, qué bien se está así. Y entonces, sucede, soy la reina del mundo.

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