A pulso y boli bic




jueves, 21 de junio de 2012

El último baile.

El "para siempre" no existe, yo no creo en él. Eso son palabras que pesan demasiado, es como decir "te odio" o "te amo", son palabras que uno debe pensarse bien antes de decirlas. Sin embargo, a pesar de discrepar de esa expresión, hay otra no menos importante: "desde siempre". Desde siempre en este caso son trece años, prácticamente mi vida entera, y también la vuestra. No recuerdo cómo fue el día que nos conocimos, pero sé que muchos lloraron ese día con el miedo de un niño de tres años que llega al colegio. Quién nos iba a decir que el tiempo volaría tan rápido y hoy mismo estemos a un día de marcharnos por la misma puerta por la que entramos. Tal vez yo no sea la persona que más sienta esta marcha, porque todos sabéis que no, no lo hago, pero sí que hay algo verdaderamente importante para mí en los pasillos por los que hemos corrido todos estos años: vosotros. Y es que nuestra vida empieza ahí, en la primera planta, en la casita de jugar a papás y a mamás o en la zona de las formas geométricas; empieza con el punzón y la plastilina y la taza con nuestro nombre para ir a beber, con el cojín de la asamblea y en la fuente sin agua para jugar a la peluquería. Hemos pasado nuestros lunes, martes, miércoles, jueves y viernes ahí, creciendo, cambiando de zapatos porque nos iban quedando pequeños, cambiando de clase y de profesores, enfadándonos y riéndonos. Hemos pasado momentos mejores y peores, y seguro que todos coincidimos si tenemos que contar alguna anécdota de nuestra infancia en el colegio. Todos recordamos el ordenador y los juegos de Pipo, las visitas de los Reyes Magos, la casita en la pizarra para apuntar los deberes, las manías de cada profesor; todos nos reímos al recordar cada bronca, cada canción que nos enseñó la madre Isabel. Nos han separado, y no obstante eso nos ha unido más que nunca, no solo como clase, sino como amigos. Hemos dejado atrás las diferencias y las rivalidades entre dos clases que se han llevado mal hasta que nos ha tocado ayudarnos con las láminas del Tamayo o compartir grupo en proyecto interdisciplinar. A pesar de los tantos y tantos roces que haya podido haber, es ahí donde se han creado muchas de nuestras grandes amistades. Hoy, mañana, y finalmente el martes, dejamos atrás todo esto y todo lo demás. Nos vamos, no sé muy bien dónde y no sé si todos juntos, pero nos vamos. Puede que en unos meses algunos ya no estén a nuestro lado o tal vez sigamos siendo la misma piña que somos ahora; puede que otros se queden por el camino y puede que a otros no les sea el turno de soltarse la mano. No sé qué va a ser de mi vida, mucho menos de la vuestra, pero si algo tengo claro es que no voy a olvidar a todas esas personas que han formado parte de mi vida. Por muy lejos que acabemos, por mucho que cambiemos y a pesar de los diferentes caminos que escojamos, no olvidéis nunca lo que fuimos, lo que somos ahora todavía. Somos una piña, un grupo, una clase, somos cuarto, somos únicos. Como dije al principio, no sé si para siempre, pero sí desde siempre. Juntos hemos completado trece años de existencia. Gracias por haber sido esenciales, imprescindibles y los mejores.

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